Hoy, cuando fui a almorzar, observé a una señora, como de unos 78 u 80 años, sentada en una banca del parque y llorando desconsoladamente. Me le acerqué y le pregunté qué le pasaba. Entre lágrimas y gemidos me contestó:
"En casa tengo un marido de 22 años. Me hace el amor todas las mañanas. Se levanta y me prepara un desayuno con fruta fresca, pancakes, huevos fritos y café recién molido".
Un poco sorprendido, le dije: "Bueno, ¿y entonces por qué está llorando?"
"Me hace sopa casera para el almuerzo y mis galletas favoritas. Después, me hace el amor a media tarde".
Ya verdaderamente extrañado, insisto: "Eso está muy bien, pero ¿por qué está llorando?"
"Y para la cena me hace comidas de gourmet, con vino y todo y, encima, mi postre favorito. Y cuando terminamos de comer, me hace el amor hasta la madrugada. ¡Todas las noches!"
"Pero ¿qué tiene eso de malo, señora, por qué la hace llorar eso?"
Y la señora, en llanto incontenible, me dice:
"¡¡NO ME ACUERDO DÓNDE VIVO!!"
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